A día de hoy hay fiestas patronales que incluyen entre sus actividades la celebración de la Sokamuturra o toro ensogado, aunque los cambios legislativos y generacionales hacen que vayan disminuyendo su celebración. No obstante nosotros seguimos con la labor y oficio que a pesar de lo complicado de los tiempos que corremos, nos tiene robado el corazón y alma. Así pues, volcamos nuestra vida, esfuerzo y sacrificio para mantener este oficio humilde y satisfactorio que sólo los propios animales saben valorar.
Según los historiadores del toreo, en el País Vasco, ya en el siglo XVI, en las grandes celebraciones de San Sebastián, se pedía que se corrieran los toros ensogados, con antorchas en los cuernos, antes de ser conducidos al matadero para que sirvieran de diversión al respetable. Cosa similar pasaba en otras localidades, sobre todo guipuzcoanas, como Tolosa o Villabona. El juego con el toro y con la vaquilla forma parte del patrimonio cultural del País Vasco.
El territorio y orografía a la que cada provincia o comunidad pertenece tiene mucho que ver en la manera de trabajar y manejar estos animales. Los más veteranos del lugar cuentan que ensogar y tapar la cara de los animales salvajes era la única forma de trasladarlos desde las abruptas montañas en las que pastaban hasta la plaza o calle. Una vez terminado el trabajo, volvían a casa en las mismas condiciones, y terminaban atados en el pesebre, situado muchas veces en la misma casa, del cual nunca mas se volverían a soltar al campo libre, con el fin de usarlos en repetidas ocasiones. Es así como comienza el manejo tan particular en este territorio, que con el paso del tiempo se han ido mejorando las condiciones animales aunque manteniendo la forma original de trabajo.
Cave reseñar que esta forma de trabajo para nada merma la condición de bravura a los animales. En todos los casos una vez soltados a la plaza siguen haciendo uso de su bravura e inteligencia, hasta el momento de su recogida en la que entienden que su cometido ha finalizado y se dejan maniobrar como si de animales domésticos se tratara.
A decir verdad las mejoras de transporte como de estabulación han hecho disminuir el trato original con estos animales. En gran parte motivados también por el sufrimiento y el peligro que significa en muchas ocasiones estar tan cerca de los mismos. Coces, golpes, cornadas y pisotones en esta forma de trabajo están a la orden del día, sobre todo cuando se trata de dominar animales novatos o jóvenes. Como en todo, también ellos necesitan un periodo de adaptación y “domesticación”.
Así pues, en muchas ocasiones la gente se amontona sobre las cuadras habilitadas en los pueblos o sobre el mismo camión para ver los abatares y peleas que los ganaderos sufren con los animales más nerviosos o inexpertos, siendo esta actividad tan espectacular como inesperada por las reacciones incontroladas de estos animales.
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